La Solanum melongena, mejor conocida como la berenjena pertenece a la gran familia de las solanáceas (al igual que el tomate, el morrón y la papa) y a diferencia de las verduras previamente mencionadas, sus orígenes ser encuentran en Asia y no en América. Se han hallado evidencias de consumo de este vegetal en el 2000 a.C. en Oriente a partir de donde pasaría a África y Europa.
Aunque por mucho tiempo se creyó que podía ser venenosa, en la actualidad sus variedades son cultivadas a lo largo del mundo en tierras cálidas de inviernos suaves. A pesar de ser una verdura de verano, gracias a la tecnología podemos encontrarla en el mercado durante todo el año.
La berenjena es el fruto de la planta que lleva el mismo nombre, cuya baya carnosa puede ir de los 5 a los 30 cm. Generalmente tienen un cuerpo alargado, a veces ovoide, que suele engrosarse en el extremo inferior. Sin embargo, hay berenjenas muy finas y largas, casi cilíndricas.
Una vez que se retira el pedúnculo que lo une a la planta (puede incluso pinchar al tacto) y demasiado duro, el resto del fruto es comestible. La carne es blanquecina, muy esponjosa y con pequeñas semillas en su interior que pueden ser fácilmente digeridas.
Cómo elegir y conservar correctamente la berenjena
A la hora de adquirirlas, debemos presentar atención a su aspecto: deben tener un aspecto saludable en general, la piel firme, tersa, lisa, sin arrugas ni golpes. El péndulo debe estar conservado y si al presionarla ligeramente la carne cede estaremos frente a una berenjena madura.
Son vegetales extremadamente sensibles, es por ello que hay que evitar colocar productos más pesados sobre ellas cuando hagamos las compras así como también evitar productos húmedos por alrededor.
Siempre conviene guardarlas en la heladera pero en la parte menos fría de la heladera (el cajón de la verdura es ideal) y tampoco hay que rodearla de alimentos con olores fuerte.
Es recomendable utilizarlas rápidamente ya que con el paso de los días pierde tersura, se arruga, la carne se oscurece y puede volverse amarga.
Tres errores comunes al cocinar la berenjena
No cocinarla con suficiente grasa: la berenjena es como una esponja, cualquier líquido que se le ponga será absorbido rápidamente. Es por eso que al cocinarla habrá que ser un poco más generoso con la materia grasa en la que vaya a cocinarse.
Pelar las berenjenas: se recomienda no pelar las berenjenas porque ésta agrega textura y nutrientes al plato. Al tener cáscaras finas y tiernas se digieren fácilmente.
Cocinar demasiadas berenjenas en la sartén: una berenjena rica es aquella que queda caramelizada por fuera y tierna por dentro. Para lograrlo es necesario que las rodajas o cubos tengan suficiente espacio para ello. Si colocamos mucha cantidad, terminarán largando líquidos y nunca se conseguirá ese dorado tan especial.
RECETA: berenjenas al horno con salsa de yogurt y granada de Ottolenghi
Para 4 personas: 2 berenjenas / 80 ml de aceite de oliva / 1 cucharada de tomillo fresco picado / 1 limón / Granos de una granada / 1 cucharada de orégano / 1 cucharadita de ralladura de limón / 1 cucharadita de comino en grano / 1 cucharada de sésamo / 1 cucharadita de sal / 1 cucharadita de pimienta molida / 100 ml de leche / 125 gramos de yogurt griego / 15 ml de jugo de limón / 1 cucharada de aceite de oliva / 1 diente de ajo / Sal
Precalentar el horno a 200°C y cortar las berenjenas longitudinalmente para luego hacerle con el cuchillo unos cortes en forma de rombo. Disponer en una placa y pincelar con aceite. Espolvorear con tomillo y salpimentar. Hornear 40 minutos hasta que estén blandas, retirar del horno y dejar enfriar. Mientras tanto, preparar el buttermilk colocando en un bol la leche e incorporándole el lujo de limón y dejándolo reposar por 15 minutos. Pasado ese tiempo, añadir el yogurt, el diente de ajo picado muy fino, el oliva y la sal. Para servir, extender la salsa por la superficie de las berenjenas y añadir la mezcla de hierbas picadas y la granada. Decorar con unas ramitas de tomillo.