La apicultura argentina se ha convertido en uno de los protagonistas del mercado mundial. Gracias a las condiciones naturales, como la oferta floral, la amplitud de climas para la producción, extensiones incontaminadas donde prospera la flora autóctona; nuestro país se posiciona entre los cinco primeros productores mundiales de miel de abejas. Se estima que se producen aproximadamente unas 70.000 toneladas anuales, las cuales mayoritariamente son destinadas a la exportación y es que el consumo doméstico ronda los 200 gramos per cápita. Mientras que países como Japón, Estados Unidos o Alemania alcanzan el kilo por persona, los argentinos no suelen utilizarla de la misma manera. Como consecuencia, cerca del 95% de la producción es volcada al mercado externo.
La apicultura nacional está presente en 22 provincias (Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero, San Juan, San Luis, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Buenos Aires, La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Santa Cruz) generando un sensible impacto en las economías locales gracias a que los productores viven en las cercanías de donde desarrollan sus actividades. En el Registro Nacional de Productores Apícolas (RENAPA) están registrados alrededor de 15.300 productores y más de 3,5 millones de colmenas generando de manera directa e indirecta aproximadamente unos 100.000 puestos de trabajo.
Del 14 al 21 de mayo se realiza la “Semana de la Miel” cuyo eslogan es “La apicultura como herramienta de desarrollo local”. La misma es realizada, en forma conjunta, por la Secretaría de Desarrollo Productivo, el INTA y la Cooperativa Apícola, entre otros. Todos los años las festividades suelen coincidir el día 20 de mayo, día en el que se celebra el Día Mundial de las Abejas rindiendo homenaje al nacimiento de Anton Janša, pionero de la apicultura moderna.
De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), “en la actualidad el número de abejas, polinizadores y muchos otros insectos está disminuyendo. El Día supone una oportunidad para que todos ―gobiernos, organizaciones, sociedad civil y ciudadanía interesada― promovamos acciones que protejan y ayuden a los polinizadores y sus hábitats, incrementen su abundancia, mantengan su diversidad y apoyen a los apicultores y el desarrollo sostenible del sector apícola. Las abejas y la apicultura desempeñan un papel importante en el medio ambiente y la producción agrícola, en el apoyo a los medios de vida rurales, la creación de empleos rurales dignos y la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición”.
La importancia de las abejas en el medio ambiente
La miel es un alimento con un importante aporte de nutrientes y propiedades terapéuticas. La misma es elaborada a partir del néctar de diferentes flores, lo que le otorga al producto final diversas coloraciones y sabores.
Las abejas obreras tardan 21 días en convertirse en insectos adultos y tan solo viven trabajando unos 45 días en épocas de fuerte floración. Sin embargo, es la última parte de este período de tiempo que irá a recoger néctar, polen, agua, resinas para propóleos y mielatos.
Esto se traduce en que cada obrera hará entre 10 y 15 vuelos diarios, volando entre 40 y 100 kilómetros cada 24 horas, a una velocidad máxima de 25 km/h durante al menos 21 días para cosechar diariamente el néctar de 560 flores; dando como resultado que la producción de un kilo de miel haya implicado el trabajo de 2500 abejas que en conjunto volaron 180 mil kilómetros habiendo polinizado más de 4 millones de flores.
La crianza y multiplicación de abejas contribuye singularmente con la biodiversidad ambiental y con la producción de alimentos; sin su trabajo de polinización, un tercio de nuestra alimentación desaparecería junto al forraje que alimenta a los ganados que consumimos.
La miel es un alimento de gran versatilidad en la cocina: puede tomarse sola, ser utilizada como saborizante tanto en bebidas como en preparaciones. Además, su función como edulcorante es incluso más potente en nutrientes y vitaminas que el azúcar, convirtiéndose en un alimento indispensable en la dieta diaria.
Este producto ha sido utilizado durante siglos: según estudios, Hipócrates la usaba para curar problemas cutáneos, al igual que los egipcios que la empleaban para sanar heridas y embalsamar a los muertos.
Entre las propiedades de este alimento puede destacarse su capacidad de eliminar toxinas y proteger el hígado contra los efectos secundarios de los medicamentos. Es un fuerte estimulante que ayuda a combatir los momentos de estrés y agotamiento, ya que su alto contenido de minerales favorece una recuperación más rápida.
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