Con las fiestas a la vuelta de la esquina, las tradiciones culturales y también familiares se hacen presentes; la comida juega un rol fundamental en estas semanas sobre todo para aquellos que disfrutan de agasajar a sus seres queridos a través de los aromas y sabores de una mesa bien servida.
A la hora del brindis, las frutas secas, el pan dulce o el panettone, el espumante y las 12 uvas son el broche de oro a horas de platos clásicos como el vitel toné, la mayonesa de ave, los huevos rellenos, la torre de panqueques…
La historia del panettone
Aunque este dulce, proveniente de Milán, no es tan popular como el pan dulce en el hemisferio sur, año a año va ganando más adeptos en Argentina; tal es así que este año un argentino fue parte de la final del Panettone World Championship que busca al mejor panettone del mundo.
Según cuenta la leyenda, este clásico navideño nació por error en el siglo XV cuando en un almuerzo festivo de un duque milanés, al cocinero se le quemó el postre en el horno. Rápidamente uno de los sirvientes, llamado Toni, preparó un pan con los ingredientes que encontró a mano: huevos, harina, manteca, cítricos y uvas.
El invento tuvo tal éxito que los habitantes de Milán comenzaron a pedirlo en las panaderías como el “pan de Toni”, lo que con el tiempo se terminó convirtiendo en el “panettone”.
Con una miga muy aireada, gracias a que se realiza a partir de masa madre, el proceso de elaboración puede tardar entre 48 y 72 horas además de poseer tan solo un 15% de frutos secos en relación al kilo de harina.
Las 12 uvas de Año Nuevo
Aunque la tradición de comer 12 uvas exactamente a las 12 de la noche proviene de España, ya son varios los países de América Latina que lo incorporaron a sus ritos celebratorios.
De acuerdo a fuentes históricas, la tradición comenzó en 1880 cuando los diarios de la época señalaban que la clase burguesa española, imitando a la francesa, comienza a celebrar Nochevieja comiendo uvas y tomando vino espumante.
Poco después esta costumbre fue adoptada por ciertos madrileños que comenzaron a ir a la Puerta del Sol para oír las campanadas de medianoche y probablemente, a modo de burla o irónicamente, comenzaron a comer uvas al igual que la clase alta.
Cada uva representa un deseo o un propósito para el año nuevo y marca el inicio de cada uno de los 12 meses del año. El objetivo es conseguir comer las 12 uvas en el primer minuto del nuevo año para tener suerte a lo largo del mismo. Cada nueva campanada es acompañada de una uva y el deseo de que la buena fortuna le sonría en el año que comienza.