Los grelos son un producto típico de invierno, que aparece y desaparece como por arte de magia de las verdulerías, pero ojo primero hay que encontrar quien lo tenga!.
Esta verdura de color verde oscuro, con un sabor amargo y pungente, procede del nabo. Los grelos son ni más ni menos que los tallos tiernos que aparecen en la planta justo antes de su floración. Suelen ser plantados en verano para disfrutar de ellos durante el invierno, momento en el que se produce la floración.
Si se lo deja madurar mucho tiempo en la planta y el nabo florece, el grelo es muy difícil de comer ya que al haber desarrollado un alto grado de fibra en su tallo, éste se vuelve leñoso y muy difícil de ablandar (aunque se lo cocine por muchas horas).
Ocurre que suele confundírselo con la nabiza; sin embargo ésta última es la hoja tierna de la planta durante su crecimiento. Suelen ser consumidas durante el otoño y su sabor es similar al del grelo solo que son más suave y casi no tienen tallo, característica particular de los grelos.
Cómo elegir un buen grelo
A la hora de comprarlos hay que buscar aquellos que tengan hojas bien verdes y brillantes, sin manchas amarillas. Puede ser que alguno de ellos presente flores pequeñas de color mostaza, lo que hay que tener en cuenta es que éstas no sean de gran tamaño (indicador de que el grelo ha madurado por demás y ha desarrollado mucha fibra en su tallo).
Deben ser conservados en un sitio fresco y sin luz hasta el momento de su cocción. En caso que no se los cocine el mismo día de la compra, se recomienda guardarlo en la heladera cubiertos por un papel de diario o una bolsa plástica con perforaciones hasta tres días.
Beneficios nutricionales
Los grelos son muy ricos en agua, bajos en proteínas y aportan pocas calorías debido a su baja cantidad de grasas e hidratos de carbono. Al ser ricos en fibras tienen un alto poder saciante.
A pesar de ser hervidos, conservan una gran cantidad de vitamina A y C. De hecho, con apenas 100 gramos de grelos se puede consumir las necesidades diarias de vitamina A. También son ricos en vitamina B9, aliada imprescindible para prevenir la anemia.
Por último aportan una cantidad de minerales que incluyen al manganeso, cobre, potasio, magnesio y hierro.