El primer Día Mundial de la Leche fue celebrado en 2001 y fue la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) quien seleccionó esta fecha para crear conciencia entre las personas sobre el valor nutritivo de la leche así como su necesidad de incorporarla a la dieta diaria.
Según el Codex Alimentarius, por producto lácteo se entiende un “producto obtenido mediante cualquier elaboración de la leche, que puede contener aditivos alimentarios y otros ingredientes funcionalmente necesarios para la elaboración”. La diversidad de productos lácteos varía considerablemente de región a región y entre países de la misma región, según los hábitos alimentarios, las tecnologías disponibles de elaboración de la leche, la demanda de mercado y las circunstancias sociales y culturales.
Estos alimentos representan uno de los grupos nutricionales más importantes en todas las etapas de la vida pero sobre todo en la infancia: son ricos y variados en nutrientes, entre los que figuran el calcio y las vitaminas que contribuyen al desarrollo óptimo del niño.
Entre ellos se incluyen las proteínas, que cubren las necesidades de aminoácidos del ser humano, los lípidos que digieren más de 200 ácidos grasos distintos y los carbohidratos que proporcionan energía sin la cual no podríamos vivir. Estos tres subgrupos pertenecen a los macronutrientes.
Por otro lado, la leche es fuente de calcio, necesario para la mineralización del hueso y cuya ingesta mínima diaria debe ser de 800 gramos (dos vasos medianos de leche aproximadamente). Además contiene potasio y magnesio que pueden disminuir el riesgo cardiovascular y vitaminas, sobre todo del complejo B.
El consumo per cápita de leche y productos lácteos es mayor en los países desarrollados, pero la diferencia con muchos países en desarrollo se está reduciendo. Según la FAO, la Argentina tiene un consumo elevado de leche per cápita (superando los 150 litros anuales); sin embargo es un número que está en baja ya que el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA) marcó una reducción entre 2019 y 2018 del 5,4% alcanzando los 180 litros anuales.
La cadena láctea forma uno de los complejos agroalimentarios más importantes y dinámicos de nuestro país, constituyendo un motor fundamental para las economías regionales, las cuales conviven con grandes, medianas y pequeñas empresas de producción primaria e industrial
En Argentina se denomina “tambo” a las instalaciones donde se realiza el ordeñe, y por extensión, a toda la explotación rural dedicada a la producción de leche. Los mismos se concentran en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa y Tucumán. De acuerdo a su especialización es la denominación que obtienen, teniendo en nuestro territorio dos grandes cuencas lecheras: la “cuenca del abasto”, la cual produce mayoritariamente leche fresca para su consumo y la “cuenca de la industria” especializada en la elaboración de productos industriales como quesos y manteca.
El 80% de la producción láctea nacional se consume internamente, siendo un sector con una alta demanda del público.
Dato Curioso
Aunque las vacas representan el 83% de la producción de leche mundial, según estadísticas de la FAO, hay otras especies que contribuyen a este fenómeno. De hecho las búfalas producen el 14% de leche, seguidas por las cabras con el 2%, las ovejas con el 1% y las camellas con tan solo el 0,3%.