Si hubiera que dividir la ciudad de Rosario en circuitos gastronómicos, donde también se incluya lo histórico y cultural de la ciudad, podría enmarcarse en tres polos: Avenida Pellegrini, Costanera y Pichincha-Centro.
El primero corresponde a la zona que mejor representa el gusto de los locales: parrillas, pizzerías, choperías y algún pub Irlandés. Se trata de una avenida comercial con mucha gastronomía donde se puede comer carnes a la parrilla, cerveza y picadas, la célebre tabla de milanesa cortada o “la» especialidad el Carlitos con Ketchup. Los platos son súper abundantes y siempre, siempre, siempre para compartir.
Declarada en 1999 Capital del Helado Artesanal, la zona de Av. Pellegrini le hace los honores a la capitanía y abundan las heladerías. Y como ocurre con Leprosos y Canallas, todos se la juegan por alguna de las heladería ya clásicas: Yomo, Río, Esther, entre muchas otras. Cuentan con orgullo que una cadena grande, de las que mandan en Buenos Aires, intentó instalarse en Rosario y no les fue nada bien. “No pueden competir con nuestro helado”, aseguran.
En plan turístico por la ciudad el gran atractivo es la costa del Paraná. Una ciudad que, como Buenos Aires, creció de espaldas al río, y que desde hace un tiempo supo rescatar su paisaje y empezó a desarrollarse ganando el cordón ribereño a la ciudad. Así, desde el Sur, en la zona de Puerto Rosario hasta el Norte, en el Balneario La Florida (próximo al puente Rosario-Victoria) uno se encuentra con una gastronomía muy diversa. Perfecto para una cerveza y un carancheo (picoteo de la pieza entera de pescado servida en tablas). El río provoca con la Boga y el Dorado a la cabeza entre los sabores más exquisitos además del Surubí y el Pacú.
Casi al final de la costanera en La Florida resalta un pequeño mercado de pescadores. El mercado, recorrido por los cocineros de la zona, ofrece excelentes piezas: Sábalo, Surubí, Dorado y Boga principalmente. En un buen día de pesca sacan con la red unas 80 piezas de unos seis kilos aproximadamente. Los puesteros se ocupan de limpiar las piezas –vísceras y espinas- y embalarlas con hielo en bolsas térmicas para que los turistas puedan disfrutar en sus casas o en los paradores de la costa.
El centro de la Ciudad también reserva sus encantos. Pichincha es el barrio característico y con más historia de Rosario. Ciudad portuaria de peso, tuvo en Pichincha el barrio pobre y marginal que creció en torno al puerto. Cabarets, prostitución y una poderosa mafia, hicieron a su identidad. Es allí precisamente, donde por el 1900 la Zwi Migdal -mafia judeo-polaca- desarrolló un fuerte negocio con la trata de blancas. Hoy sólo quedan los relatos de esas épocas donde Madame Safó regenteaba uno de los prostíbulos más glamorosos y reconocido del momento, visitados por la burguesía de la ciudad y donde confluyen las historia sobre “Chicho El Grande”, el Al Capone argentino y su imperio mafioso.
No es de extrañar, entonces que la zona costera del Paraná, fuera por años menospreciada y que todo lo que viniera de allí, incluso su pesca, fuera visto como algo menor. Hoy fruto de por lo menos los últimos 20 años de desarrollo, las cosas son bien distintas en Rosario donde recuperaron una costa extensa y generosa.
Pichincha, muestra clara de esta transformación, es en la actualidad el barrio bohemio de Rosario donde uno encuentra salas de Jazz, pubs y cabarets “artísticos”. Conviven en el mismo escenario los comedores que el uso popular bautizó como “Vomitos”. En ellos se hace honor a las 3B: bueno, bonito y barato. Porciones ultra abundantes de comida muy casera y a muy buen precio, donde la gente come hasta que le sale por la orejas. Los conocedores recomiendan dos: Comedor Balcarce (Balcarce y Brown) y Bella Nápoles (Tucumán y San Nicolás).
La recorrida por esta ciudad no puede ni debe esquivar un clásico que todos asocian Roberto Fontanarrosa. El bar El Cairo, inaugurado en 1943, se hizo famoso por reunir a artistas e intelectuales y quedó inmortalizado en los cuentos del escritor rosarino. Abundan las tablas y pizzas, aunque también se puede disfrutar platos como el “Lomo a la pimienta” o el “Entrecot a los 4 quesos”. Platos clásicos rodeados de recuerdos e historia.
Rosario se abre amable al forastero e invita a recorrerla. Un paseo que rescata la gastronomía regional y la convierte poco a poco en el sello distintivo de la ciudad.