La cocina familiar debiera ser una asignatura dictada en cada etapa de aprendizaje en nuestra vida. Vincularse tempranamente con la cocina desarrolla una multiplicidad de habilidades y beneficios de largo plazo para las personas. Hacerlo en familia, por otra parte, complementa estos aprendizajes y da muchísimas herramientas vinculares. Si sólo se lo percibe como una obligación, como un trabajo pesado y a repetición, se pierde la oportunidad de disfrutar las posibilidades que cocinar y alimentar a quienes amamos representan.
¿Por qué es bueno cocinar? Si pensamos en los chicos nos permite trabajar con ellos la creatividad, las habilidades matemáticas, la lectura. Podemos sofisticarnos más y bucear en los procesos químicos de algunos preparados. Pero también nos permite cultivar la paciencia, el autocontrol, podemos descubrir las ventajas del trabajo en equipo, desarrollas las motricidades finas y el conocimiento y descubrimiento de las materias primas que nos alimentan. Aprendemos a comer, a alimentarnos y a hacerlo de forma variada y saludable. Si a esto le sumamos el comer en familia recuperamos, además, calidad y capacidad de diálogo.
Las razones serían sólo buenos argumentos si a esto no se les sumara la descarada necesidad de recuperar este espacio. Un reciente trabajo sobre la alimentación de los niños realizado por la Universidad de Buenos Aires revela un exceso de calorías y un déficit de nutrientes en la dieta. El estudio fue realizado sobre Comedores Escolares de distintas ciudades del país, por las Cátedras de Política Alimentaria y Evaluación Nutricional de la Escuela de Nutrición de la UBA y el Centro de Estudios sobre Políticas y Economía de las Alimentación (Cepea) y fue publicado por el diario La Nación.
El trabajo describe, entre otras cosas, que las principales fuentes alimentarias de las preparaciones que sirven en las escuelas están formadas por: pan, carnes, galletitas, pastas y arroz, bebidas e infusiones azucaradas, harina, papa, aceite, dulces y leche, en ese orden y representan el 85 por ciento de la ingesta energética total. También se desprende que sólo un 20 por ciento de los escolares comió allí más de 100 gramos de fruta y un 8 por ciento, hortalizas. El estudio está basado en escuelas del municipio de Tigre, y de las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Gualeguaychú (Entre Ríos), Córdoba y Salta.
En la clínica estas patologías se repiten. La Dra. María Virginia Desantadina, Médica Pediatra especialista en Nutrición infantil y miembro del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de pediatría relata cómo las cifras adquieren toman forma humana en el consultorio. “Cada vez son más frecuentes los casos de diabetes por sobrepeso, los índices de colesterol en niños, el sobrepeso, el pie plano producto de ese sobrepeso. Hoy hay muchos chicos que almuerzan en el colegio, muchos de ellos no desayunan y en muchos casos ni siquiera cenan juntos.”, describe Desantadina y resalta que “el sobrepeso afecta lo social y la seguridad personal del niño, es necesario trabajar mucho en reforzar la auto estima”.
A la consulta llegan familias que comen cada uno en su cuarto mirando la TV, o padres que frente a la consulta no saben que comieron sus hijos, también están los que piensan que es ridículo pensar que un niño empiece a comer verduras a los 10 años. Esto se repite cada vez con más frecuencia en las dinámicas familiares. “Lo que brindan las escuelas e incluso lo que llevan en las viandas los chicos al colegio, los menúes se repiten: puré, polenta, fideos, alguna carne y un alfajor de postre. Y esto también ocurre en los comedores de escuelas privadas: De otro modo los chicos no lo comen.”
El trabajo en alimentación nace en la casa. La Dra. Desantadina rescata una experiencia de sus años de formación “En 2004 hice un post grado en Canadá y en el Hospital Público en el área de Nutrición, en la consulta de obesidad, todo paciente que fuera ingresara debía participar de un taller para la madre y el chico. Estos talleres se hacían cuatro veces al año y el paciente debía participar, sino no lo atendían. A través de juegos, cocina y actividades le enseñaban pautas alimenticias saludables. Esa es la base de todo, si uno les enseña un chico va a comer lo que uno quiere que coman”.
Más allá de los estratos sociales, la dieta fuerte en harinas y azúcares está extendida a la mayor parte de la población. Si hubiera que describir el comportamiento alimenticio más extendido podría decirse que se trata de una dieta muy poco variada donde además casi no se respetan las cuatro comidas. Pero estos no son los únicos inconvenientes que enfrenta la salud infantil “tal vez lo más preocupante es el sedentarismo, la falta de actividad. Es muy difícil conseguir que en una familia donde ambos padres trabajan, encuentre el momento para aunque sea salir a caminar con el niño. Ese niño no hace actividad deportiva, no puede salir a andar en bici a la calle porque es peligroso, entonces termina en casa frente a la tele o la computadora”.
Resulta fundamental jerarquizar la importancia de la alimentación. Si el fuego y cocinar hicieron al hombre, alejarse de estas prácticas como está ocurriendo cada vez más marcadamente, tal vez nos deshumanice un poco.
Recetas para Mi Benjamín
¿Cuánto es una porción? ¿Cómo se hace una salsa blanca? Las preguntas en el consultorio suelen ser elementales. La respuesta que encontró este grupo de profesionales del que forma parte la Dra. Desantadina son dos libros con propuestas de alimentación saludable, consejos prácticos y recetas. Recetas para Mi Benjamín se ocupa de los bebés desde los primeros bocados hasta los 24 meses. Recetas para Lourdes y Benjamín que ya van al jardín, propone opciones para niños de dos años en adelante. Son recetas nutritiva donde juegan con toda la variedad de la pirámide alimenticia.
Asesoró
Dra María Virginia Desantadina www.mibenjamin.com.ar
Diario La nación http://www.lanacion.com.ar/1715789-comedores-escolares-calorias-de-mas-y-deficit-de-nutrientes