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Mercado de Juramento

El movimiento que por estos días se ve en Juramento entre Ciudad de la Paz y Amenábar, huele a promesa, de esas que muchos han esperado con ilusión por largo tiempo. Y es que desde hace un par de meses se ha venido reformando la Feria Modelo Belgrano, o como mejor lo conocen «El Mercado de Juramento» y en breve podremos verla remozada y en franco crecimiento.

Su historia comienza por 1870, como un «pequeño mercado de Abasto» de la zona de Belgrano, ubicado en el terreno donde José Hernández había vivido años atrás. Después de ciertas disputas generadas por el reclamo del predio por parte de los propietarios originales, la finca queda finalmente en manos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Parecían sometidos a una lenta agonía:«estábamos olvidados, éramos como el Mercado de pulgas, y sólo venían a comprar los viejos clientes», describe Graciela Adriana Diamanti, actual Secretaria de la Feria y nieta del propietario de La lechería de Don Angel, puesto que cerró sus puertas hace varios años. «El mercado es mi vida -describe Adriana-, me crié acá de la misma forma que lo hizo mi padre. Nuestras cunas fueron los canastos de pan. Los niños de varias generaciones de puesteros dimos acá los primeros pasos, mientras nuestros padres trabajaban de sol a sol».

Hoy todos los feriantes festejan casi incrédulos el momento en que lograron un enlace con la Dirección de Ferias y Mercados y encontraron juntos la forma de poner en valor al Mercado. Un trabajo en conjunto en el que cambiaron pisos, arreglaron los techos, mejoraron los servicios y la playa de estacionamiento. En la actualidad de 50 locales que posee el mercado, 23 están en funcionamiento y al finalizar la reforma reunirán un total de 76 puestos. Ya hay varios interesados esperando para instalarse: el bazar gastronómico MTN, Casa Polti -una legendaria tienda de Belgrano que muda su local histórico al Mercado-, una vinoteca, una bombonería y la lista de interesados va en aumento.

«Todavía recuerdo las mejores épocas del mercado. Yo era chica y las señoras paquetísimas de Belgrano venían con sus changos y carteras y se agolpaban en la puerta. Abríamos las persianas y se daban carterazos disputándose el lugar en la cola.», recuerda Adriana Diamanti y explica que de eso pasaron más de 20 años y agrega confiada «Dentro de poco volveremos a verlo así. Los que saben comprar saben que no pueden comparar nuestra mercadería con la del súper, nuestra calidad es superior  y la relación con el cliente nuestra prioridad. De a poco el público está volviendo a fijarse en esos detalles».

 

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